A diferencia del resto de las especies animales, en el ser humano las respuestas fisiológicas y emocionales también pueden ser producidas por un pensamiento o creencia previa, y se gestan en la neocorteza cerebral.
Estos pensamientos o creencias toman forma en los lóbulos frontales y tienen un significado propio para la persona. Este significado individual, si es de carácter negativo en función de las experiencias de vida personales, puede disparar la señal de alarma en el cerebro, provocando la misma alteración fisiológica y emocional que experimentaría si se encontrara ante una situación de riesgo real.
No obstante, el ser humano también posee una ventaja significativa sobre el resto de las especies animales: puede traducir las emociones en sentimientos conscientes. Y esto es condición indispensable para ejercer cierto control voluntario sobre la ansiedad derivada del estrés.
La corteza prefrontal nos permite, con el entrenamiento adecuado, pasar de una conducta reactiva, involuntaria y facilitada por el estrés, a una conducta voluntaria, proactiva y mediada por la razón. Es decir, la parte anterior de nuestro cerebro nos permite tener cierto control y nos brinda la capacidad de ser proactivos frente al miedo.
Este es, sin duda, el objetivo cardinal de todo programa de autorregulación emocional y de manejo del estrés. Mientras las demás especies sólo pueden responder de manera rutinaria, nosotros podemos convertirnos en un actor emocional que domine su propia actividad visceral.
Nestor Braidot.
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