Creo en la marca personal pero…

No lo puedo evitar. Soy un gran amante de la marca personal (personal branding). Hoy en día no tengo ninguna duda de que desarrollarla de manera coherente e integral es más importante que nunca:

• Nos encontramos en un nuevo entorno en el que las reglas empresa-empleado han cambiado. Las empresas no pueden prometer trabajo “eterno” y los empleados deben trabajar en su desarrollo personal/profesional de manera constante a la vez de buscar visibilidad en el exterior.
• Cada vez son más las situaciones de desempleo, personas con una buena trayectoria y experiencia que tienen muy difícil encontrar trabajo en condiciones similares al anterior.
• Las empresas en el Siglo XXI necesitan profesionales “independientes” e “interdependientes” con vocación de servicio, buena preparación y comunicación de lo que se sabe hacer bien . De esta manera los profesionales tendrán más facilidades de trabajar donde más se les necesita y mejor lo hacen. 
• Estamos en una cultura dominada por la aspiración de éxito. Hemos dejado de lado lo que realmente importa; la felicidad.
• Como dice el escritor Daniel H Pink hemos pasado de una sociedad donde lo importante era el conocimiento a otra en la que son necesarios los creadores, reconocedores de tendencias y creadores de sentido (era conceptual). Diferenciarse es una necesidad.

Existe algunas cosas que no me gustan cuando se habla de marca personal.

• No me gusta que se utilice la marca personal como un fin en sí mismo. La marca personal debe considerarse como un medio.
• No me gusta que algunos desarrollen su marca personal con medias verdades o mentiras en vez de buscar la integridad..
• No me gusta la manipulación de uno mismo y de los demás en pos de la marca personal.
• No me gusta el uso de la marca personal como una herramienta para “trepar” a toda costa sin fidelidad a nada ni a nadie.
• No me gusta que se utilice la marca personal pensando únicamente  en la cultura del éxito obviando la cultura de la felicidad.

Sin embargo sí creo…

• Creo en la marca personal como sello que identifica a la persona en su conjunto. No la define uno mismo, sino que lo hacen los demás; compañeros, subordinados, jefes, clientes, proveedores, amigos, familiares…
• Creo en la marca personal que supone una visibilidad al exterior de quien es uno verdaderamente.
• Creo en una marca personal que se rige por principios y no tanto por caprichos y modas del momento.
• Creo en la marca personal que busca la felicidad y no el éxito a toda costa.
• Creo en la marca personal como ente vivo; que se trabaja y mejora toda la vida.
• Creo en la marca personal que se preocupa en desarrollar la ética de carácter (responsabilidad, justicia, equidad, honestidad, integridad, dignidad, humildad, fidelidad, excelencia, compasión…) y no la ética de la personalidad (que manipula a los demás como si fueran cosas).
• Creo en la marca personal que posibilita que las personas sean libres, autónomas e interdependientes.
• Creo en la marca personal que mira al largo plazo sin obsesionarse con el corto. En el desarrollo personal no existen los atajos.
• Creo en la marca personal que trasciende más allá de los meramente material.

En definitiva… creo en la marca personal de Vicente del Bosque (y soy del atleti), la marca personal de Mahatma Gandhi o la marca personal de la Madre Teresa de Calcuta, y no tanto en la marca personal de Belén Esteban, Risto Mejide o Boris Izaguirre. ¿Cuestión de gustos?

Pablo de Echanove
Fuente : http://www.pablodeechanove.com/creo-en-la-marca-personal-pero/#comment-269

Publicado por : NORMA TERESA GAVIDIA HERNANDEZ - ING. INDUSTRIAL- DIPLOMADA EN PNL - DIPLOMADA INTERNACIONAL EN COACHING EMPRESARIAL- LOCUTOR. http://www.blogger.com/profile/13665153992367977567

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La fábula del viejo y del caballo

Cuenta una antigua fábula china que un hombre mayor tenía dos amores: su hijo y sus caballos de pura sangre. La llamaremos la fabula del viejo y del caballo.
 
Una noche un criado se dejo la puerta del establo abierta y el mejor caballo del hombre se escapó. Era una gran perdida para él, y todos los vecinos de la aldea vinieron a darle consuelo y lamentar su mala suerte. Pero el hombre no estaba afectado y les dijo: “buena suerte o mala suerte, ¿quién sabe?”.
 
Una semana más tarde el pura sangre volvió acompañado de una yegua y de otros caballos de mucho valor. Los vecinos fueron a visitar al viejo y le felicitaron por su buena suerte. De nuevo, el hombre no mostraba signos de una gran alegría, y repitió: “buena suerte o mala suerte, ¿quién sabe?”. Los vecinos se extrañaban de su comportamiento.
 
El hombre decidió aprovechar la llegada de los caballos salvajes y se dispuso a adiestrarlos con la ayuda de su hijo. Pero uno de los caballos era muy rebelde y al intentar domarle, su hijo cayó y se fracturó una pierna. Cuando vino el médico aseguró que siempre se quedaría cojo. Los vecinos otra vez se acercaron para darle consuelo al viejo, pero nuevamente repitió: “buena suerte o mala suerte, ¿quién sabe?”. Esta vez los vecinos ya le tomaron por loco.
 
Pasaron un par de años y estalló una guerra. Los soldados del rey vinieron al pueblo y obligaron a todos los hombres jóvenes válidos a enlistarse para ir a combatir un lejano y peligroso enemigo. El hijo del viejo se salvó por cojo, y los vecinos volvieron a sorprenderse de la suerte del viejo. Pero ya sabéis lo que dijo el hombre.
  

¿Por qué contar esta fábula? 

Los emprendedores estamos siempre rodeados de noticias. Unas aparentemente buenas, otras aparentemente malas, pero no podemos quedarnos en la desesperación o la celebración de golpes de suerte. Porque una mala noticia puede ser la fuente de una gran oportunidad y una buena noticia puede esconder una amenaza tremenda.
Tenemos que valorar los eventos por lo que son, no darles más valor porque les percibamos como buenos o malos. Sobre todo, ¿para qué nos vamos a lamentar por eventos que no podíamos controlar? Y de la misma forma, ¿por qué alegrarse por un acontecimiento que no hemos favorecido?
 
El viejo del cuento no hizo nada especial para que se perdiera el caballo, ni para que volviera, y por supuesto no buscó que se cayera su hijo. Menos aun podía influir sobre las posibilidades de una guerra en el reino. Todos esos eventos son externos a su decisión. Siempre existen oportunidades y amenazas. Lo importante para el emprendedor es saber aprovecharse de las primeras (adiestrar los caballos) y contrarrestar las segundas (llamar al médico para curar al hijo).
 
No os preocupéis ni os alegréis por aquello que no controláis. Vuestra meta como emprendedores es construir una estrategia de empresa, pensada racionalmente y adaptable a los cambios imprevistos que siempre suceden.

Tomado de : http://www.crearmiempresa.es

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